Australia, la gran Australia, es uno de esos mitos que siempre habían rondado nuestra mente. Desde pequeños escuchábamos historias de ese enorme y lejano país como si de otro planeta se tratara, salvaje y a la vez civilizado, donde habitan unos pocos millones de humanos que conviven con una naturaleza única y poderosa. Este país es tan gigantesco que dentro de él cabría toda Europa y sobraría terreno. Increíble. Estamos ilusionados, por fin estábamos aquí, el sueño se haría realidad.
Sydney es el destino elegido para comenzar la aventura australiana por dos razones, una, que los vuelos son baratos desde Nueva Zelanda y otra es que unos amigos aussies que conocimos en Venezuela nos invitan a estar en su casa durante unos días… pero antes de poder disfrutar todo eso debemos pasar el dichoso control de frontera.
Nuevamente vamos preparados por si el control es exhaustivo, según hemos leído en la página oficial nos van a pedir lo siguiente:
- La confirmación de la visa de turista por 3 meses, que habíamos recibido por email unos días atrás tras hacer la solicitud por internet en esta pagina :
- https://www.border.gov.au/Trav/Visa-1/651-
- Pasaporte válido por 6 meses
- Vuelo de salida de Australia
- Demostración de recursos económicos suficientes
- Reserva de hoteles
El avión aterriza con una hora de retraso, son casi las 9 de la noche y cientos de personas están en la infinita cola para sellar el pasaporte de entrada al país. Debemos rellenar un documento indicando nuestras intenciones y si llevamos alimentos, productos no permitidos, si hemos estado en zonas de granjas y rellenar otro documento indicando si hemos visitado África en los últimos 25 días (por el Ebola). Por fin llega nuestro turno, siempre vamos inquietos en estas situaciones. El señor nos mira, pide nuestros pasaportes, nos vuelve a mirar, nos hacen una foto y nos sella sin mas. No nos ha pedido nada de nada. Yujuuuuu! Ya estamos en Australia oficialmente.
Después de recoger el equipaje queda la segunda parte, control aduanero. Vaya, parece que algo es sospechoso en nuestra solicitud y nos mandan a la zona de Cuarentena. Miedito! La mujer de aduanas enseguida detecta nuestro acento, “españoles? Si señora. Ah yo soy uruguaya así que podemos hablar en español.Por que os han mandado a cuarentena? Pues no sabemos muy bien…A ver vuestra solicitud! Aquí decís que traéis alimentos. Pues si, un poco de café instantáneo y un poco de azúcar. No traéis fruta o carnes? No nada de eso, sólo café y azúcar. Y por que decís que habéis estado en zonas naturales y granjas? Pues que venimos de Nueva Zelanda y casi todos los días hacíamos trekking por la naturaleza de allá. A ver vuestras botas! Perfecto chicos están relimpias, esta listo!” Yujuuuu ahora si que si. No nos han abierto las mochilas, lo cual suele ser un engorro. Allí vemos como a decenas de personas les están revisando absolutamente todo. Que alivio. Bienvenidos a Australia.
Es tarde para transporte publico, nuestros amigos nos esperan y ellos deben trabajar mañana así que nos decidimos por un taxi. Victor pregunta a uno del aeropuerto si debemos negociar el precio o son tarifas fijas. El hombre pone una cara de no entender nada. “Negociar? No, aquí hay una cosa que se llama taxímetro y marca el precio que pagas” El pobre hombre ha debido pensar que venimos del tercer mundo, pero mejor preguntar. No tenemos buenas experiencias con el gremio del taxi. Subimos al taxi y nos ponemos en marcha. El taxista no sabe encontrar la dirección, dice que le digamos el barrio, “y yo qué se oiga? Meta la dirección en su gps y punto”. Pues no, el tío que quiere el barrio porque sino no sabe donde ir. Casi a punto de cagarnos en todo el tipo dice “ah sí, eso debe ser Redfern.» Pufff, menos mal. Llegamos a la puerta de la casa y allí nos esperan nuestros amigos.
Que alegría volver a verte amigo, James! Queréis una cerveza? Genial!
James comparte piso en este bonito barrio de casas victorianas, junto a Emma y Oskar que nos deja su habitación por unos días. Se puede estar mejor? Una hora de charla, contándonos mutuamente nuestras andanzas por el mundo desde que nos despedimos en Ciudad Bolivar hace 7 meses, risas y alegría. Nos sentimos en casa pero hay sueño, mañana veremos que nos ofrece Sydney.